Vivir con un propósito
Tras leer El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, pude apreciar con total claridad la importancia de tener una razón para vivir.
Viktor, fue prisionero y superviviente de los campos de concentración de Auswitch y Dachau, y fue encerrado siendo psiquiatra, por lo que pudo analizar con criterio psiquiátrico el extremo al que puede llegar la mente humana.
Entre las increíbles historias que relata, hay una que me impactó de lleno. Tanto él como sus compañeros adquirieron una espeluznante habilidad; aprendieron a predecir con bastante precisión el momento de la muerte de algunos de sus compañeros.
Resulta que, en el momento en que el prisionero perdía la ilusión por salir de ese infierno, esa persona moría en cuestión de días. De forma sistemática. En este aspecto, Viktor habla de una muerte natural, no por fusilamiento o por entrar a la cámara de gas.
Los prisioneros vivían en tal malestar que enseguida que perdían la esperanza, perdían de golpe la poca fuerza que les quedaba para seguir luchando; eran incapaces de levantarse para ir al baño, dejaban de comer y de esta forma, acababan muriendo en cuestión de días.
Por lo tanto, si pierdes la ilusión, estás muerto. Al menos, así era en Auswitch y Dachau, y probablemente en cualquier situación extrema parecida.
Tu propósito en la vida
Si podemos aprender algo de todo esto, es que hay que encontrar al menos un motivo por el que seguir ilusionado en ésta vida. Como inspiración, recomiendo el libro Ikigai de Héctor García y Francesc Miralles.
En este libro, reflejan el estilo de vida de personas centenarias localizadas en el pueblo de Okinawa, Japón. Los autores del libro viajan hasta allí para averiguar por qué son una de las concentraciones de personas más longevas del mundo.
¿Qué les hace tan especiales?
Son personas con una vida simple y se encuentran rodeados de naturaleza. Las personas de Okinawa, se ayudan entre si; viviendo en comunidad. Los autores creen que la longevidad de éstas personas, es debido a, por un lado, su estilo de vida y dieta, y por otro, porque tienen su Ikigai (o propósito de vida) muy trabajado e interiorizado.
En la siguiente imagen, podrás ver qué representa el Ikigai.

Por lo tanto, el Ikigai, representa el conjunto de lo que se te da bien, de lo que amas, de lo que necesita el mundo y por lo que te pueden pagar o de lo que puedes vivir.
Esto puede parecer más complejo de lo que realmente es. En el caso de los okinawenses, el propósito vital de muchos de ellos es sembrar, cuidar del huerto, compartir la cosecha y ayudar al resto de la comunidad.
Para los centenarios de Japón, realizar acciones que giran entorno a su Ikigai, les produce profunda satisfacción, tanto que, sumada a una dieta saludable y una vida en comunidad, les convierten en una de los pueblos con más centenarios del mundo.
Un caso práctico
Recientemente vi un documental llamado Democracia en peligro el cual ganó un premio Oscar a mejor documental. La protagonista narra la transformación política de Brasil y a través de sus ojos nos presenta un acontecimiento histórico; el establecimiento de la democracia en su país.
Como parte del documental, vemos una foto de 1970 de una mujer testificando ante un tribunal, tras haber sido torturada durante veintidós días. Cualquiera se imaginaría a una mujer dañada emocionalmente y sin energía. Sin embargo, aparece en el juicio, con la espalda erguida, fuerte, segura y convincente de sus ideas, como si no la hubiese ocurrido nada.

Probablemente encontró la fortaleza en sus convicciones. Esta mujer fue torturada por pertenecer a una guerrilla y encarcelada debido a sus ideas políticas.
Lo fascinante de esta historia es que, poco más de cuarenta años después, la nombraron presidenta de Brasil. Esa mujer se llama Dilma Rousseff. Su propósito en la vida era tan claro que nada ni nadie podría cambiarlo. Ni si quiera veintidós días de tortura.
Dilma aguantó el sufrimiento, igual que a Viktor tampoco le quitaron la ilusión por vivir, a pesar de todo el sufrimiento.
¿Por qué?
Tenían una meta clara, un sueño por cumplir, y tan solo la idea de lograr esa meta, les producía suficiente satisfacción para seguir luchando.
Y en palabras de Nietzsche:
“Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”.
Fue el propio Viktor Frankl quien fundó la escuela de la logoterapia, en la que, muy resumidamente, motivaba a pensar en una razón por la que vivir.
En sus consultas solían empezar preguntando;
¿Por qué no te suicidas?
Curioso comienzo, ¿Verdad?
Resulta que así más pronto que tarde, encontraban la razón existencial de esa persona.
En el caso de Dilma, ella creía en su pueblo, creía en un Brasil diferente, mejor. A Viktor le motivaba volver a ver a su mujer tras salir del campo de concentración.
A algunos pacientes, les motivaría ver crecer a sus hijos. A otros, ayudar a personas desfavorecidas. A algunos aldeanos de Okinawa, cosechar verduras para luego compartir con su comunidad.
¿Y a ti que te motiva?
Si no lo tienes claro, te animo a reflexionar y a leer nuestro artículo sobre motivación en la vida.